Parashá Tetzave

Purificar el Yo:

Esta sección habla acerca del deseo por el cual fue hecha esta creación

Deseo de recibir:

En la medida en que purificamos nuestros deseos, cuando comenzamos a percibir al otro, es cuando empezamos nuestro retorno a nuestra propia divinidad, a nuestro yo superior, al Padre.

El aceite es el que permite el encendido de la menorá, y la menorá es nuestro estado emotivo o deseo. Dice el Ari que nosotros estamos de espalda a la luz o aceite que
desciende, por lo tanto, no podemos brillar con nuestra luz.

Pero una vez, comenzamos a percibir a otros, comienza a llegar el aceite, para poder alumbrar con nuestras propias luces. Aceite, en hebreo es Shemen, anagrama de la palabra Neshamá.

Quiere decir que cuando equilibramos nuestro deseo, empezamos a conectar con nuestra alma superior, a la cual le llamamos Dios, o padre. Y a partir de allí surgen las “vestiduras” sacerdotales, que no son más que una especie de protección que vienen sobre el sacerdote.

Y un sacerdote es aquel que apunta completamente al otorgamiento, al amor a los demás. Al deseo de recibir, lo conocemos como Ego.

Ego significa YO. Cuando decimos ego, estamos refiriéndonos a un Yo. Solo Existen dos Yoes, uno es el del alma (deseo de otorgamiento), conocido como, maestro interior, naturaleza cristica (Yeshúa Hamashiaj), la luz, la conciencia.

El otro yo, es el de nuestras emociones negativas.

Los dos yoes:

Solo podemos expresar un Yo a la vez en cada momento, o Expresamos Neshamá o expresamos Nefesh. O expresamos el Dar, o expresamos el recibir. El emprender el camino espiritual, tiene como propósito terminar con la grotesca tiranía del ego.

Pero debemos saber también que la capacidad del ego para encontrar recursos que saboteen nuestro crecimiento a nuestro yo superior es infinita. La verdad es sencilla, las enseñanzas de la espiritualidad son muy sencillas, pero cuando estas comienzan a influenciarnos y a motivarnos, el ego intenta complicarlas porque sabe que lo amenazan en lo más fundamental.

Al principio, cuando empezamos a sentirnos fascinados por el camino espiritual y todas sus posibilidades, hasta es posible que el ego nos aliente: ‘Esto es maravilloso, ¡es justo lo que te conviene! ¡Esta enseñanza es muy sensata! Cuando comenzamos a meditar, nuestro ego también nos impulsa, y nos dice: que practica tan maravillosa. (el primer amor)

Pero cuando las enseñanzas comienzan hacer un profundo efecto, es inevitable que nos veamos cara a cara con la verdad de nosotros mismos. Cuando el ego queda al descubierto, se le pone el dedo en la llaga, comienzan a surgir toda clase de problemas. Es como si nos pusieran delante de un espejo del que no podemos apartar los ojos.

Cuando llega ese momento nos enfurecemos y protestamos amargamente; y ¿dónde está nuestro ego? Montando guardia fielmente a nuestro lado. Susurrando a nuestro oído: ‘tienes toda la razón, esto es indignante e insoportable.

No tienes por qué aguantarlo’. Y mientras lo escuchamos cautivados, el yo (ego) sigue conjurando todo tipo de dudas y desvaríos emocionales, arrojando leña al fuego.
‘¿Todavía no te has dado cuenta de que esta enseñanza no es para ti? ¡ya te lo había dicho! ¿No ves que este maestro no te conviene? Después de todo, eres una persona occidental moderna, inteligente y culta, y las enseñanzas espirituales, pertenecen a otras culturas.

¿De qué te sirve a ti una filosofía que nació en el Himalaya, en el Sinaí, Etc, hace dos mil años?’ Mientras el yo contempla regocijado como nos vamos enredando cada vez más en su telaraña, aprovechará el dolor, la soledad y las dificultades que sufrimos cuando empezamos a conocernos a nosotros mismos, para culpar a las enseñanzas e incluso al maestro.

Pero si decidimos permanecer firmes en este camino espiritual, cualquier intento del ego será fallido. Poco a poco iremos descubriendo, lo embaucado que estábamos con las promesas del ego, sus falsas esperanzas y sus falsos temores.

Poco apoco empezamos a comprender que tanto la esperanza como el temor son enemigos de nuestra paz mental; las esperanzas nos engañan y nos dejan vacíos y decepcionados y los temores nos paralizan en la estrecha celda de nuestra falsa identidad.

Asimismo, vamos viendo cuán absoluto ha sido el dominio del ego sobre nuestra mente. Durante toda la vida, han existido dos personas dentro de nosotros, uno es nuestro ego, exigente, histérico, calculador.

Y, por otro lado, un ser espiritual oculto. Cuya voz de sabiduría rara vez la escuchamos, o entendido.

Pero, a medida que estudiemos con seriedad, y las integremos en nuestras vidas, nuestra voz interior, nuestra conciencia superior, nuestro cristo, despertará y seguirá fortaleciéndose. Y podemos distinguir entre nuestra voz interior, y las diversas formas hermosas y cautivadoras voces del ego.

Descubriremos que hemos encontrado en nosotros mismo, el guía sabio, y este guía sabio nos conoce perfectamente, ya que somos nosotros mismos. Cuanto más escuchemos a este guía sabio, más fácil nos será salir de esos estados de ánimo negativos, ver más allá de ellos, incluso hasta reírnos de ellos, así como de esta realidad.

Y esto, es en realidad el verdadero milagro, poder liberarnos de esas emociones negativas. Cualquier tradición religiosa, cualquier “actividad espiritual” es menos valiosa que vivir benévolamente, decir palabras amables y sabias, y practicar el amor al prójimo.

Con frecuencia michos prefieren prácticas “religiosas” a las cuales llaman espirituales, en vez de practicar el amor al prójimo, porque lo consideran algo trivial y religioso.

Dígale a una persona que va a recibir “secretos inauditos”, que va a recibir grande información de seres de otras dimensiones y vera como con ansias espera ese momento. Pero cuando hablamos que debemos amar al prójimo, se piensa que somos cristianos.

Lo único que puede abrir portales cósmicos es el amor y el otorgamiento.

Las vestiduras sacerdotales

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